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miércoles, 13 de enero de 2016

«No reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan solo de tu propio sueño».

                               (UCDM, El soñador del sueño)
                                                           
Pobre Codorníu. Pese a que no pedía cosas materiales, ni salud, ni amor...  los Reyes no han sido generosos con lo suyo. Al menos como él esperaba. Porque lo que es traerlo, se lo traen; pero hay que montarlo. Y ese "precio" es algo con lo que no contaba.

Codorníu ha estado huyendo de esa clase de enseñanzas encaminadas a trabajar la aceptación de lo que ocurre. 
Que sea la vida quien te abre los ojos es una senda dolorosa de crecimiento, porque trae de todo; y aunque supone una manera abrasiva de debilitar al ego a base de martillo y yunque, estoy segura que ha llegado el momento en que puede ver todo el tesoro que encierran sin dejarse envolver por el papel de víctima. 

En la actualidad, ha llegado a un callejón sin salida. Por ahora, no consigue evitar el automatismo de apartar la vista de las brasas y salir corriendo hasta la próxima. Estará sujeto inexorablemente a la ley de causa y efecto, mientras siga creyendo ser lo que no es, una entidad individual.

Pero cada vez es más consciente de que nada está en su mano... salvo levantar los brazos y rendirse. La mente que quiere que las cosas sean diferentes de como son empieza a ceder, y "loquesucede" se abre paso a otra luz, camino de convertirse en un aliado tan inevitable como positivo. Es un cambio. Un cambio muy importante. 

Ojalá elija "escuchar".




sábado, 2 de enero de 2016

La naturaleza humana es tal que si a un hombre se le roba a la fuerza una cosa, sufre intensamente. Entonces hará un persistente esfuerzo por recuperarla. Pero si se aparta de esa misma cosa por su libre voluntad, entonces ese sacrificio le aportará un inmenso gozo.
                       (Siddharameshwar)

Comienza el 2016, un año que suma nueve, cifra cabalística que indica el final de un ciclo.  Codorníu se hace estas cuentas, con esperanza; pero sigue identificado con su cuerpo, su mente y su personalidad. Y aunque ya no cree que esos objetos constituyan su verdadero "Ser",  sin embargo, en la práctica, su vida va pasando envuelta en rutinas que defienden, protegen y prolongan lo que no es más que una ilusión. 

A lo largo de estas vacaciones me ha parecido que Codorníu camina demasiado con la cabeza. En teoría sabe de sobra que el "yo" separado, el individuo aparte, es siempre un espejismo; algo que no está ahí como lo que finge ser, que no existe verdaderamente. Este descubrimiento, por sí solo, ya habría de ser concluyente. Sin embargo, aún le falta tener una comprensión directa; y esto no está en su mano... ni en la mía. Por ahora, permanece clavado en una casilla que quiere un imposible: eliminar el sufrimiento, pero mantener el sufridor; un nudo imposible de desatar, ya que ambas imágenes aparecen y desaparecen simultáneamente.

En lo cotidiano, Codorníu se va acercando al consumo cero... Salvo en una cosa: le ha pedido a los Reyes un aumento de su capacidad para ir acogiendo lo que venga.