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martes, 17 de marzo de 2015


Nadie.
Un sillón de mimbre a la sombra;
agujas de pino esparcidas.
                           (Shiki, 1758-1831)

Cuando mi consciencia sin forma imagina tocar los azules espejos de la tuya, aún embotellada, un extravío de pálpitos apresurados me da los cuartos y las horas para todo lo que queda de día. Te lo digo ahora que estás en la cama, Codorníu; ahora que tan sólo llevas la cuenta de los insomnios, esas certidumbres que odias y apagas lentamente en el cenicero. En tu frente aparece -dando vueltas como en un tiovivo- el sueño de una imposible cita en la estación de Atocha como antaño. 

Te despierto/te despierta un portazo de otros. Mientras desayunas, las bandadas de aves que regresan por estas fechas nos traen a la ventana un diccionario de silencios inmensos. Veo como te ocultas entre los rostros cómplices de los yoes, en un sinfín de emociones subterráneas. Todavía, años después, sigo con la necesidad de tocar tu cuello para escuchar mi corazón... La yugular acaricia mis yemas como siempre, ignorando esa copa de cazalla que llevas pegada a la garganta... Poco más puedo hacer. Lo que puedas comprender con la razón será una imagen, una forma y, en consecuencia, será falso.  Pero tú solo progresas haciendo caminos en la mar conceptual.

Descanso otra primavera en el sillón mencionado por Shiki, donde las agujas de pino esparcidas de aquel haiku dieron tanto juego a nuestras conversaciones. Luego me dejaré llevar de tu mano a Cabo Verde; a Cesárea Évora, a su música, a las premonitorias saudades que nos vaticinaba...

Demasiados recuerdos revueltos, imágenes, añoranzas... amaneceres atrapados por Lavapiés con el trípode al hombro... vagabundeos, señales imprecisas... sin rumbo, sin destino, sin nadie.


2 comentarios :

  1. Saleta, me gustan tus escritos. No tienes seguidores,si tuvieras sería uno de ellos. Un abrazo

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