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domingo, 8 de noviembre de 2015

Hay una persona imaginaria en mi mente, yo. Pero cuando miro, ahora mismo... y trato de hallar a este "mi" no encuentro nada. ¡Es solo un pensamiento! 
(C. Hayes, La paz perfecta)

Al otro lado del cristal podía ponerse a diluviar en cualquier momento. Codorníu necesitaba volver a unir las piezas de esta realidad fraccionada, darles una nueva gestalt, sentir cómo las partes se volvían arenilla entre los dedos de su mente. Había algo tan doloroso en la locura de esta vida, en su extravío, que su falso yo llevaba algún tiempo bajo sospecha. Cuando quiso parar -si es que alguna vez quiso- ya era tarde: estaba atrapado entre aquellos espejos vacíos que se miraban frente a frente, simulando la existencia de imágenes sin sustancia contra toda lógica.

Ese día la lluvia me trajo su primera llamada de auxilio. En un principio dudé por si se trataba de una corazonada mía: aún tengo abierta una cuenta con él desde aquel andén de la estación de metro de Sevilla, junto a los sueños de quien hubiera sido si no hubiera borrado sus recuerdos; aunque de eso había pasado tanto tiempo… Con prudencia, me acerqué lentamente y me mantuve a su espalda, dándole margen para que se fuera sacudiendo de encima algunos rescoldos que aún intentaban escocer. 

Me conmueve la energía que consumen estas fantasías que se tienen por verdaderamente existentes. Tal vez esa emoción me delató, y Codorníu cambió el paso a más lento, poniendo en cada una de las pisadas una intensa atención. Cuando se hizo consciente de mi presencia, comenzamos juntos a digerir el aluvión de recuerdos inexpresables, que emergían a borbotones por una boca de riego rota en nuestro pasado compartido. Fue como si él se volviera y, de forma voluntaria, me enchufase un USB con el archivador donde estaban todos nuestros hábitos resistentes al olvido...  

Así, sin más,  似心伝心 (de corazón a corazón), estuvimos un instante cogidos de las manos, flotando fuera del tiempo cual cosmonautas en la atmósfera exterior de una nave. 

Fue suficiente; aunque eso ni se lo dije ni creo que se diera cuenta.

1 comentario :

  1. Hay momentos en que el silencio, vale que cualquier preciada palabra.
    Pero tambien hay instantes que la presencia no lo es todo, y se lo que digo...lo de hoy me ha recordado aquellos instantes no presentes en que el tanto nos dimos.
    Muchos besos

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